Publicidad

09 noviembre, 2011

LA BELLEZA DE SER DIFERENTES, por Isabel Peláez Vega.

Isabel Peláez es una Alumna de Periodismo en la Facultad de Valladolid. Una jóven que ha decidido realizar un reportaje sobre comunicación y discapacidad, aquí añadiría, en el siglo XXI.


Este es el enfoque de Peláez a través de su reportaje, ofrecer una visión actual y diversa de la persona que convive con una discapacidad en este momento, y mostrar la realidad que nos ocupa a la difusión que realizan los medios de comunicación.

LA BELLEZA DE SER DIFERENTES, por Isabel Peláez Vega.

Calificar a Tolstoi, Beethoven o Van Gogh de “minusválidos” sería una verdadera locura, sobre todo porque gracias a ellos el legado cultural de la humanidad es mucho más rico. La sordera de Bethoven no le impidió ser uno de los mejores compositores de la historia, y los brotes esquizofrénicos que sufría Van Gogh incluso fueron positivos para subrayar la originalidad de su obra. Sin embargo, las personas con discapacidad, especialmente las que no han llegado a ser grandes hitos de las letras ni de las ciencias, han sufrido el yugo de la discriminación a lo largo de la historia. Hasta bien entrada la Edad Media, las personas que presentaban algún tipo de deficiencia o discapacidad, especialmente cuando afectaba a la mente, podían incluso ser sospechosas de estar endemoniadas y, en el caso de las malformaciones congénitas, el infanticidio era una práctica habitual. Hoy en día, por fortuna, las condiciones de las personas discapacitadas han mejorado enormemente, ya que cuentan con más apoyo institucional (Ley de Dependencia, por ejemplo) y disponen de mecanismos que fomentan su participación en la sociedad al tiempo que sus restricciones van desapareciendo o disminuyendo conforme se les proporciona ayuda para tomar parte en la sociedad y ser aceptados por ella.
Sin embargo, la discapacidad sigue constituyendo un tabú en la sociedad postmoderna, y muchos medios de comunicación obvian a este colectivo como otra pieza más del “puzzle social”. Lejos ya de las teorías de la aguja hipodérmica y el público entendido como una gran masa homogénea que recibe los mensajes de forma pasiva, el escenario mediático se ha convertido en una palestra plural en la que todos, gracias en parte a las nuevas tecnologías, pueden completar con sus opiniones el dado poliédrico de la realidad. Sin embargo, según explica Paula Montero, Trabajadora Social, “en los medios continúa habiendo cierta reticencia a tratar la discapacidad de manera normalizada”. El estigma de la discapacidad lo acentúa especialmente el afán amarillista de algunos grupos mediáticos, que continúan empleando términos obsoletos como “minusválido”, “impedido” o “incapaz” para reflejar las condiciones físicas o psíquicas de una persona. La importancia del lenguaje es vital para trasladar a la sociedad una imagen natural de la discapacidad, y el empleo de ciertas palabras contribuye, precisamente, a lo contrario. En esta línea, Pedro García Recover, periodista especializado en Comunicación Social, y que habla desde la experiencia de su propia discapacidad, subraya la importancia de emplear verbos como “convivir” en vez de “padecer”: “Padecer lleva consigo una carga negativa, en mi caso prefiero usar convivir, porque expresa una condición y una realidad, la de tener discapacidad y vivir con ella”.
Por otro lado, este comunicador se muestra contrario a la proliferación de titulares amarillistas que potencian la connotación negativa de sufrir una discapacidad. Las expectativas económicas de los medios conducen a estos a un sensacionalismo feroz, que se manifiesta en titulares como “Una mujer mata a su hijo esquizofrénico de 17 años en Ferrol y se suicida” (El País, 27/1072011). Los titulares, que constituyen la parte más leída de las noticias según varios estudios, pecan numerosas veces de morbosos y sensacionalistas, y se acentúa en ellos la discapacidad que sufría la víctima o el verdugo, indistintamente, para ampliar la tirada del periódico, pero a costa de mancillar la dignidad de una persona, con lo que, realmente, se resta credibilidad ante los ojos del lector, espectador u oyente. La cuestión que deben plantearse los profesionales es si realmente resulta útil que en el titular de la noticia se especifique la discapacidad que sufría el niño, por seguir el ejemplo extraído de un periódico nacional, porque, quizá de forma involuntaria, el periodista ofrece una justificación al asesinato, es decir, parece que la esquizofrenia del hijo ha conducido a la madre a realizar el crimen. Por el contario, un lenguaje paternalista cargado de eufemismos puede llegar a ser pedante y sensiblero. El principal problema es la inexistencia de códigos deontológicos o guías en las redacciones, con lo que los profesionales, presionados por la falta de tiempo, caen en aseveraciones y malos usos que continúan oscureciendo el lenguaje cuando se trata de informar sobre discapacitados, a los que, por otra parte, se sitúa siempre en situaciones de conflicto y problemática.
La Universidad de Valladolid (UVA) ha organizado varios talleres para formar en esta materia a los futuros periodistas que saldrán de sus aulas, como los impartidos en las jornadas “Comunicación, Diversidad e Igualdad”, un evento que ha contado con la presencia de profesionales como Alberto Senante Carrau, de la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Castilla y León (FEAFES). Pedro García Recover aplaude esta propuesta porque “educar en materia de discapacidad desde la Universidad es un logro para la formación de unos profesionales comprometidos con una sociedad plural”. De la misma forma, algunas guías como la propuesta por el profesor Mariano Cebrián Herreros pretenden orientar a los profesionales de la información para que logren insertar la imagen de los discapacitados como parte de la vida cotidiana de la sociedad. Esta opinión la resguardan expertos como José Manuel González Huesa, director general de Servimedia, que recalca la importancia de implicar a todas las personas que sufran algún tipo de discapacidad como fuentes de la noticia, ya que la pluralidad y la diversidad de opiniones es, no solo un triunfo de la democracia, sino también del periodismo. De esta forma, González Huesa apuesta por una “mayor información sobre discapacidad en los medios, que relate la vida de estas personas de forma natural y desde lo común frente a lo excepcional”.
Naturalidad es lo que exige Ernesto García Ledesma, que trabaja en ONCE desde hace más de 20 años. “Soy un tipo normal, no veo tres en un burro y, además de cojo, soy cojonudo”, relata Ernesto, no sin cierta sorna. Es precisamente la simplicidad la que ha de resolver un asunto complejo como el tratamiento de la discapacidad en los medios de comunicación. Se trata de superar un discurso fundamentado en los estereotipos y las generalizaciones, según asegura Francisco Perujo Serrano, responsable del gabinete de prensa de la Federación Andaluza de Minusválidos Asociados (FAMA), y entender que “la integración de las personas con discapacidad en el plano mediático es una condición para su integración”, concluye. De la misma opinión es Paula Montero, que atribuye a los medios la necesidad de reflejar la diversidad social en las noticias “para que las personas discapacitadas reciban la complicidad social” y, por tanto, dejen de sufrir una situación de discriminación. Los discapacitados han de ser extraídos de un contexto de extrañeza, y así lo manifiesta también un texto elaborado por la Comisión de Imagen Social de la Discapacidad y Medios de Comunicación del CERMI , que expone la discapacidad “como circunstancia en la vida de las personas” y como “un elemento más que refleja la diversidad y la riqueza de los seres humanos”.

La libertad que subyace a la profesión periodística está fundamentada, aunque pueda resultar paradójico, en una gran responsabilidad y sentido ético. El periodista, ese profesional que ha de medir con escuadra y cartabón cada palabra por la repercusión de su discurso en la comprensión de la realidad por parte del público, ha de guiarse por su propia ética y por el sentido común, que es el valor en alza del deontologismo. Pero sobre todo, el profesional ha de empatizar con las personas de las que habla, para fijar una imagen de ellas que nazca de la comprensión, sin caer en el barniz emocional que muchas veces empaña ciertas informaciones y en el uso de los estereotipos como un recurso informativo más, ya que partimos de la base de que la sociedad es heterogénea, compleja y cambiante. Desde luego, lo bonito no es ser iguales, sino por el contrario, lo que hace que una sociedad fluya, evolucione y emerja de las oscuras aguas del desconocimiento son, precisamente, las diferencias que mantenemos todos y cada uno de nosotros respecto al resto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión Y participación es importante para nuestro trabajo en este BLOG.